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Si vamos a un museo arqueológico, donde se muestran tallas y figuras de los albores de la humanidad, nos encontraremos con hombrecillos y dioses dotados de enormes falos, de genitales descomunales que eran símbolo de poder, fertilidad, virilidad y fuerza. Por aquel entonces también creían que pintando un bisonte en la pared de la cueva lograrían cazar uno. Sabían muy poco del mundo y, claro, sacaban sus propias conclusiones ‘mágicas’ para explicarlo.

Miles de años después, ya sabemos que lo de los bisontes es una memez, pero lo del tamaño del pene y sus ‘superpoderes’, así como un montón de ideas sobre la potencia sexual masculina, sigue teniendo un enorme arraigo. Ni la ciencia, con sus miles de estudios sobre el tema, ni los sexólogos han logrado desterrar del todo los mitos. Por eso siguen teniendo las consultas llenas de hombres preocupados, ya que ciertas creencias presionan al varón «y le pueden llegar a acomplejar y agobiar», explica Jesús E. Rodríguez, director del del Instituto Sexológico Murciano. Y, claro, si el varón está avergonzado o inseguro, ni él ni su pareja van a disfrutar como se debe del sexo, que es una de las pocas parcelas que nos quedan a los humanos de libertad, goce e instinto.

«El porno clásico, la falta de educación sexual y la sociedad coitocentrista están creando unas expectativas que luego generan graves problemas: hombres con depresión, que temen perder a su pareja… Además, suelen callárselo por vergüenza, cuando se pueden buscar soluciones», apunta Patricia López, CEO y fundadora de MYHIXEL, una ‘startup’ dedicada al bienestar sexual masculino y que ofrece, entre otras cosas, una aplicación para combatir la eyaculación precoz y el control del clímax. «Es que, en una relación heterosexual, ellos tienes que ser ’empotradores’ bien dotados y expertos amantes, en ellos recae la responsabilidad del clímax femenino», lamenta Sara Martínez Rodríguez, de la firma de artículos sexuales EroticFeel.

 

Estos son, según tres expertos, los principales falsos mitos que lastran la sexualidad masculina.

 

1. El tamaño importa

A estas alturas, debería verse como una estupidez lo de que el tamaño del pene influye en el placer sexual que se proporciona a la pareja. Pero no. «Los hombres tienen una gran preocupación por este tema, que en algunos casos limita su vida –evitan cambiarse en el gimnasio, les da corte ir a comprar preservativos de su talla…– y que en los casos más acusados desemboca en un complejo ya a nivel clínico, en un trastorno dismórfico corporal», apunta Rodríguez. Es decir, que creen que sufren una ‘anormalidad’ cuando, encima, casi siempre entran dentro de baremos normales. El sexólogo nos lo explica: «Hay casos de micropene, que sería el que mide menos de siete centímetros en erección y que sí que puede limitar las relaciones, por lo que hay que ir a un especialista: principalmente, porque puede haber, por ejemplo, una alteración endocrina. Pero, salvo en esos casos excepcionales, la realidad es que el tamaño de los penes en erección varía muy poco», desvela.

¿Y cuanto más grande, mejor? La media es de 14 a 16 centímetros en erección y «en torno a los 20 centímetros, un pene suele causar a la pareja más molestias que otra cosa», afirma Rodríguez, quien, además, recuerda que, si nos limitamos a las relaciones heretosexuales, sólo el tercio externo de la vagina «es muy sensible, el resto no», con lo cual un falo muy grande no es más efectivo. «Sólo sería más útil si la mujer está muy sugestionada y le gusta ver ese tamaño, pero operativamente no es mejor», añade.

Aun así, algunos hombres siguen haciendo de todo para alargar su pene perfectamente normal. Someterse a cirugías para cortarse el ligamento suspensorio y que ‘caiga’ más, usar extensores y hasta implantarse silicona bajo la piel del miembro para incrementar el grosor. «¡A las mujeres no hay que llenarlas como si fueran un botijo que está esperando el agua! ¡La vagina se adapta a cualquier pene!», recalca Sara Martínez, quien recuerda que al clítoris, la parte más sensible de los genitales femeninos, le traen sin cuidado los centímetros.

2. El hombre es el responsable del éxito en una relación sexual

Todavía existe la creencia de que, si algo se tuerce en la cama, el hombre es el máximo responsable por su falta de pericia. Para muchos, el sexo es casi un examen. Y no todos lo llevan bien, es mucha presión. «Esta creencia viene del feminismo de los años 80 y 90 y de la frase ‘no existen mujeres frígidas, sino hombres inexpertos’», lamenta Rodríguez. El sexo es cosa de dos. El 60% de las mujeres no llega al orgasmo sólo mediante el coito y es tarea de ambos buscar otras fórmulas o posturas que mejoren el rozamiento. «Si no, el hombre afronta una relación sexual en plan ‘venga, tengo que salvar los muebles’», apunta el sexólogo.

3. Los hombres siempre están dispuestos al sexo

Pues no. Aunque es verdad que no suelen admitirlo, porque temen que su hombría se ponga en entredicho. «Hay hombres con bajo interés sexual, claro. Lo que pasa es que en la mujer se ve tradicionalmente como algo corriente y el hombre, si ocurre, o lo oculta o busca corriendo ayuda porque ‘no es normal’», señala Rodríguez. Cuadros depresivos, ansiedad, ciertas medicaciones o problemas endocrinos pueden explicar la falta de deseo desde un punto de vista biológico, pero hay muchos otros motivos que les pueden desganar. Lo mismo que a las mujeres. Lo que sí es verdad es que en los hombres influye mucho el llamado efecto Coolidge, que se da en la mayoría de los mamíferos, en machos y, en mucha menor medida, en hembras. Es el mayor deseo de aparearse al aparecer una nueva pareja receptiva. «La novedad suele ser siempre un buen estímulo», resume Rodríguez.

4. El volumen eyaculado tiene que ver con la potencia

La pornografía ha hecho mucho por los complejos masculinos. Las eyaculaciones torrenciales que se ven en este género hacen pensar a muchos hombres que eso es lo normal y que es un signo de potencia sexual. «Los actores usan muchos trucos para lograr esos efectos. El problema es que muchos hombres tienen una gran falta de educación sexual y eso hace que carezcan de sentido crítico y se crean todo lo que ven en el porno. No entienden que es un espectáculo, un teatrillo», subraya Jesús E. Rodríguez.

5. Si hay erección, hay excitación

Pues no. De hecho, la mayor parte de las erecciones se producen por otras razones. Es bien conocida la llamada ‘morning glory’ (‘gloria matutina’), esa erección al levantarse que no indica que el varón tenga ganas. Es algo fisiológico, neurovascular, que responde a estímulos reflejos, «lo mismo que las cuatro o cinco erecciones que los hombres tienen cada noche durante la fase REM del sueño y que pueden durar unos veinte minutos». Y otra cosa: que un hombre no tenga una erección no quiere decir que no le guste su pareja –«hay muchas causas»– y lo peor que se le puede decir en este momento de gatillazo es ‘¿estás bien?’, ‘¿pasa algo?’… «Entonces entra en un bucle de ansiedad que no ayuda nada», asegura el sexólogo. «Ni la viagra funciona, tal y como indica su prospecto, si no estás estimulado sexualmente. Es decir, puedes tener una erección sin deseo sexual y deseo sexual sin una erección», aclara Sara Martínez, la experta de EroticFeel.

6. El alcohol ayuda

‘A la corta, la alarga. Y a la larga, la acorta’, dice una perla del refranero sobre el efecto de alcohol en la sexualidad masculina. Beber moderadamente –de 30 a 60 centímetros cúbicos, unas dos copas– causa desinhibición, pero a partir de ahí el alcohol dificulta la erección, ya que afecta al sistema nervioso central, relacionado directamente con la respuesta sexual. El 50% de los varones en estado de embriaguez han tenido dificultades para mantener relaciones.

7. Si te masturbas, luego no ‘rindes’

«Esto es verdad… a medias. Es cierto que un varón, entre eyaculación y eyaculación, tiene un tiempo de espera, lo que se llama periodo refractario, que varía mucho de unos a otros (según los niveles de testosterona, el estado de salud…) y que con la edad se alarga… y en algunos veinteañeros ni existe», apunta Rodríguez. Según explica, si el hombre se masturba y espera su periodo refractario, no habría problema. Sara Martínez desvela, además, que hay otro mito masturbatorio que se cae: el de que los hombres no usan juguetes sexuales: «En el sex shop online EroticFeel, el 47% de los clientes son hombres y prácticamente el 90% de las compras que realizan corresponden a masturbadores». «Es más, el sexo en solitario ayuda a explorar la sexualidad y algunos recurren a él para liberar tensión y ‘durar’ luego más con su pareja», añade Patricia López, quien alerta de que están viendo muchos casos de eyaculación retardada: tanto se esfuerzan algunos por durar que al final les cuesta hacerlo «y la pareja se acaba aburriendo». La media de tiempo dedicado al coito es de 5 a 6 minutos, así que «uno de 30 minutos sin estimular otras partes, como el clítoris, es más fácil que provoque irritación que orgasmo», afirma Martínez.

8. Los hombres no tienen punto G

Lo tienen. Ahora vamos a estudiar un poco de geografía corporal para indicar dónde. «La estimulación indirecta de la zona de la glándula prostática a través del ano produce orgasmos intensos. Está nada más entrar, en la pared anterior», indica Rodríguez. «Se le llama punto P y sólo se puede acceder a él a través del ano, pero aún subsiste en algunos hombres la idea de que el sexo anal es para homosexuales», lamenta Martínez.

9. La vasectomía te resta potencia

Esta afirmación no tiene ningún sentido desde el punto de vista anatómico y funcional. Pero algunos hombres «que no terminan de entender el tema» y son sometidos a esta intervención sufren el efecto nocebo, es decir, «se sugestionan psicológicamente y creen ’empeorar’», lamenta el sexólogo. Es la antiquísima idea de potencia sexual ligada a fertilidad, que aún hace estragos.

10. Los hombres no fingen en la cama

Diferentes investigaciones han determinado que cerca del 50% de las mujeres ha fingido alguna vez en la cama y ha escenificado orgasmos. Pero ellos no pueden fingir, ¿no? Error. El 30% de los varones también han hecho su paripé. Es decir, han exagerado los síntomas de excitación y, sobre todo con preservativo, han simulado una eyaculación. «Hay mucho postureo en el sexo», resume Rodríguez.

 

Fuente: ELCORREO.COM

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